Cine de Nuestro Tiempo SAM PECKINPAH

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Cine de Nuestro Tiempo SAM PECKINPAH

GOLDEN CITY
Publicado de Daniel Alvarez en WESTERN · 5 Enero 2022
CINE DE NUESTRO TIEMPO SAM PECKIMPAH

No cabe duda que hablar de Sam Peckinpah implica hablar de un género cinematográfico concreto, el Western. Y tal vez se deba a Sam Peckinpah que hablar del western sea hablar de cine contempopráneo. Y aquí hay que hacer una puntualización obligada: no es el simple hecho de un género que se ha inmortalizado  desde las primeras realizaciones de John Ford, o sea una permanencia en el tiempo, sino que incorpora toda una visión conceptual distinta, acompañada a su vez de una formulación muy especial.
Peckinpah nació en 1926 en Peckinpah Mountains (California), un medio que le permitió desde muy joven tener un contacto directo con toda la historia del Far-West mediante el rápido acceso a las leyendas y relatos verídicos que hablaban de las gentes que poblaban esa zona, y lo que es más importante, pudo establecer dicho contacto con esas mismas gentes, con viejos “Westerners” y ancianas de triste historia.
La experiencia que esos encuentros le transmitieron la volcó luego a sus films, pero con una apreciación completamente diferente de aquellas que brindaban los westerns clásicos. En determinado momento surge un revisionismo histórico respecto a lo que fue el Oeste; ahora se cuestiona toda una moral sobre la cual se basó la colonización –genocidio de los indios mediante- y luego la introducción del progreso a fines del Siglo XX. De tal modo aparece “el otro Western”, LITTLE BIG MAN de Arthur Penn, JEREMIAH JOHNSON de Sydney Pollack, y Peckinpah, dentro de este cine, destaca como una figura de primera importancia.
Pero sus enfoques son tales que bajo la apariencia del film del Oeste, hay toda una problemática subyacente contemporánea. Tal es el caso del individualismo frente a los nuevos mecanismos de coacción a los que lugar una nueva estructura socio-económica.
                           
Peckinpah comenzó su actividad como libretista y escribió por primera vez en THE INVASION OF THE BODY SNATCHERS (1957) de Donald Siegel. Sus primeras ideas sobre el Oeste se tradujeron en sus guiones y alguna dirección para series de la TV norteamericana; THE RIFLEMAN, KLONDIKE, THE WESTERNER, GUNSMOKE, BROKEN ARROW. También libretó para EL GRAN COMBATE de Arnold Laven y PANCHO VILLA CABALGA de Buzz Kulik.
Debutó en la dirección cinematográfica en 1961 con THE DEADLY COMPANIONS (Obsesión de Venganza), pero su primera obra importante fue la siguiente, RIDE THE HIGH COUNTRY (Pistoleros del Atardecer, 1962). Aquí incorpora la visión nostálgica de seres decadentes que viven en un medio que se transforma, que cambia, y ellos a su vez son inadaptables. Nos plantea la transición del Viejo Oeste hacia el Siglo XX y aparece una conformación de personajes enfrentados, una formalización dual del problema.
Ya aquí aparece el individuo que a costa de su propia esencia se adapta para sobrevivir –sobrevivencia que también lleva implícita una forma de morir-, y aquel que aferrado a su individualismo sucumbirá arrasado por las nuevas relaciones de poder.
                      
Para muchos sigue siendo el mejor film de Peckinpah, lo cual sin duda –y sin desmedro de la excelente calidad del mismo- se debe a una valoración poco profunda de las cualidades formales y conceptuales del resto de su obra, o a una valoración plagada de anacronismos o en base a esquematismos absurdos impuestos por un sistema de producción cinematográfica surgido a partir de Hollywood, que ha llevado al cine en muchos casos a un mero valor de complacencia.
Es esa estructura hollywoodense tendiente a la gran industria la que impide la formalización de verdaderas obras artísticas por parte de los realizadores –aquellos con talento, por supuesto-.
Peckinpah no pudo evitar esa confrontación, y MAJOR DUNDEE (Juramento de Venganza, 1964) fue una de sus experiencias más lamentables. Lo que él considera una gran película, debido a la despiadada mutilación a que la sometió el productor Jerry Bressler, no es reconocida por su autor como obra propia, puesto que no quedó nada de lo que él había propuesto. Reconoce sin embargo que en definitiva no tuvo la culpa Bressler, sino él mismo por haber accedido a trabajar con esa gente. Más tarde sería retirado de la filmación de ADIÓS ILUSIONES por M-G-M y sustituído por Norman Jewison. Su particular estilo de trabajo, su concepción de la realización no se adapta a los grandes estudios en manos de productoras plenipotenciarias.
                     
Piensa personalmente que la palabra dada a un productor es algo muy relativo que dificílmente está dispuesto a cumplir; una vez en el set, filma lo que quiere y en definitiva logra conservar un gran porcentaje de lo propio. Este criterio de observar el cumplimiento de la palabra según a quien se la ha dado aparece reflejado en un diálogo de THE WILD BUNCH (La Pandilla Salvaje, 1969), su siguiente western, que marca un hito en su carrera y es antológico dentro del género. Con él comienza a poner en práctica el desarrollo de una violencia que tal vez alcance aquí su punto más alto.
Pero no es violencia gratuita –salvo alguna excepción atribuíble sin duda a un descuido- destinada a la mera complacencia morbosa de espectadores sin criterio cinematográfico; es una violencia que se toma de la realidad para ser analizada, para ser minuciosamente estudiada.
            
Peckinpah ha manifestado que le interesa a través de sus películas plantear una problemática actual, a pesar de que sus obras aparecen formuladas exteriormente como westerns; en el caso concreto de THE WILD BUNCH su deseo era “dar una impresión de la mala conciencia de la Norteamérica de hoy”.
Esto afirma que Peckinpah está motivado por los temas candentes de nuestra época, pues por diversos factores la violencia ha llegado a ser hoy día uno de los aspectos más inquietantes y trágicamente dinámicos de la existencia humana.
En ese análisis de la violencia, ésta aparece bajo diversas formas dentro de la obra del director. En una primera instancia se ve la ingenuidad de los niños ante la misma: vemos como permanecen indiferentes o cómo la convierten en un juego, una actitud que en suma se transforma en violencia para el espectador, y aunque el tema pueda ser un tanto crudo, se parte de una observación empírica. Asimismo está la violencia de quien se siente oprimido por el cambio de una época y sus nuevas estructuras, porque en definitiva es el único camino, la única salida, para conservar su individualismo, la permanencia de sus auténticos valores personales. También ejercen la violencia quienes promueven el progreso que trae aparejado ese cambio, violencia justificada en la ley y el orden, pero impulsada por oscuros intereses económicos. Esta faceta la incorporará  muy claramente S.P. en PAT GARRETT AND BILLY THE KID, en donde, tal vez por primera vez, el progreso del Oeste será cuestionado en base de sus relaciones económicas.
                       
Pero la violencia es también el fundamento de toda una narrativa y una estructura fílmica basada en la estática de la violencia.
Busca, no el regodeo gratuito en ella, sino el instante de brutal y despiadada belleza que ella puede llegar a proporcionar.
A tales efectos utiliza un recurso que en sus manos se transforma en una herramienta de la cual se obtienen brillantes resultados: la cámara lenta. También se apoya en excelentes fotografías, muchas veces de Lucien Ballard, a quien Peckinpah adjudica la autoría de algunas tomas de sus películas. De esta forma logra, desde el punto de vista formal una producción de gran vuelo estético. Pero no es todo, apoya su narración en montajes de gran factura, tanto para el desarrollo de escenas violentas como para dar las pautas esenciales sobre las cuales ha de partir el film, como sucede durante los créditos de JUNIOR BONNER y THE GETAWAY; en particular en esta última la maestría de S.P. aflora en todas sus dimensiones y cualidades. Es frecuente la utilización de flashbacks y algún flash-forward, a los efectos de destruír la unidad temporal, es perfecta.
                        
Pero todo este conjunto de recursos no es un mero preciosismo que se pierde en la trivialidad, sino que actúa en apoyo de la fundamentación temática que el autor propone.
A esta altura del análisis es obvio que podemos mencionar la palabra “autor”, puesto que si bien sus problemas con las empresas productoras no han concluído, sino que a veces han jugado un rol importante, ha logrado imponer su sello a base de talento e intensidad. Además, y para fortalecer la afirmación antedicha, debemos recalcar su participación en la elaboración de los libretos o de no ser así, su puesta en práctica con la introducción o cambio de escenas durante el rodaje.
Luego de THE WILD BUNCH rodaría THE BALLAD OF CABLE HOGUE (La Balada del Desierto, 1970), una película de tono elegíaco, ubicada también en la transición del Oeste, y salvo STRAW DOGS, los films siguientes, JUNIOR BONNER y THE GETAWAY conforman todo un ciclo evolutivo. Un ciclo que denota la coherencia temática de la obra de S.P. En los primeros films aparece el nuevo orden, el automóvil y la alusión a un avión como elementos de presión sobre los pistoleros solitarios y de espaldas cansinas. En JUNIOR BONNER (El Hijo del Torbellino, 1972), el ámbito geográfico se ha transformado, el modernismo ha ganado el país, las ciudades rigen la actividad humana y el cowboy de carácter risueño y nostálgico trata de sobrevivir en los rodeos y asiste a la destrucción de los últimos restos de su mundo por poderosas máquinas.
                 
En THE GETAWAY (La Fuga, 1972), la metamorfosis del medio se ha completado, la geografía presenta la urbanización como elemento dominante y si bien ya no existe el cowboy, existen individuos que pertenecen a la misma estirpe de aquellos pistoleros finiseculares.
                        
Incluso STRAW DOGS (Los Perros de Paja, 1971), un escape del realizador a la campiña británica, mantiene dicha unidad, puesto que el medio, si bien no es la frontera mejicana, es igualmente hóstil en la relación con sus pobladores y el enfrentamiento se da a iguales niveles de violencia.
Peckinpah no se conforma con aportar una visión cronológica de un acontecer histórico de vital importancia para los E.U.A., sino que lo desmitifica y a través de su presentación elabora un concepto que elimina lo bueno y lo malo; esa frontera ya no existe, no se aplica, pues los valores vigentes son otros: vida-muerte, individuo-medio social.
                
En su última película, PAT GARRETT AND BILLY THE KID (Billy The Kid, 1973), están presentes todos los aspectos mencionados anteriormente. Aquí, Peckinpah retoma para el cine el mito de Billy y lo trata de una manera muy particular, partiendo del héroe para llegar al antihéroe y con ello a crueles grados de humanización. Aquí se destaca la dualidad de los personajes en forma por demás contundente -incluso desde el título- pero paradójicamente a partir de una misma forma de ser y sentir, por el hecho de pertenecer ambos a un mismo mundo que está siendo destruido.
                        
Y dentro de esto hay un intento serio de analizar los esquemas económicos en que se apoyaba esa transición hacia el nuevo siglo. La opresión ejercida por los grandes ganaderos y el capital del Este; ellos traen progreso, pero la primera expresión palpable del mismo son las cercas alambradas, como símbolo de los límites impuestos a la libertad.
                   
Peckinpah introduce también en sus películas el concepto del equilibrio mental de sus personajes, lo cual resalta en aquellos que logran sobrevivir, y los compara a seres absorbidos y mediocres, porque apunta a la investigación sicológica –en menor o mayor grado-, y sin embargo consigue un perfecto balanceo con la fuerte acción que en sus films tiene cabida.
Es sin lugar a duda un narrador excelente que puede acudir a narraciones increíblemente lineales, pausa de emotiva tranquilidad o a increscendos de perfecto acabado.
Del análisis de su filmografía se desprende entonces una concepción del quehacer fílmico que se basa en la identificación autor-obra; de ahí que podamos afirmar que Sam Peckinpah hace cine de nuestro tiempo, y del mejor.
Copyright by Daniel Alvarez.
El presente artículo fue publicado en el N° 5 de la Revista del Cine Universitario del Uruguay, en Montevideo, en Octubre de 1974.
                     
Nota: En la ocasión el Departamento de Publicaciones de Cine Universitario del Uruguay estaba integrado por: Roberto Appratto, Domingo de Oliveira, Daniel Alvarez, Hugo N. Bonaldi, Luciano Alvarez, Nelson Carro, Andrés Cestari y José M. Nerone.


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